
Dar las gracias al movimiento feminista
MARIA RODA MORUNO – PERIODISTA
He necesitado unos días para reposar todo el terremoto de opiniones, buenas y malas, sobre la docuserie de Rocío Carrasco para poder sentarme a escribir la mía. Sin mayor pretensión que sacar de dentro la mezcla de rabia, impotencia, tristeza, ganas de quemarlo todo y agradecimiento eterno al movimiento feminista que he sentido durante la emisión de los 4 capítulos.
No entraré en valorar valorar el formato o el canal elegido para contar las experiencias como mujer maltratada. Se emite en Telecinco con una audiencia media de más de 3.500.000 millones de personas. Ese es el dato, que cada uno saque su conclusión. Solo diré que obviamente es injusto para el resto de mujeres maltratadas que no disponen de ese foco, pero a la vez lo veo como una nueva ventana donde, las expertas pueden hablar de violencia de género. Y es una ventana que hace unos años no se abría. Dónde hace solo 5 años no imaginábamos jamás ver una mesa de debate, con mayoría de mujeres, tratando temas como la luz de gas u otros tipos de maltratos psicológicos. ¿Y por qué ahora sí?
Pues porque ya no todo vale en este país. Las actitudes machistas cada vez están peor vistas, menos aplaudidas, son más criticadas, más recriminadas, y sobre todo más denunciadas. Un ejemplo son estos dos titulares que hemos visto esta semana. Publica Eldiario.es: “El teléfono de atención a las víctimas de violencia de género de Euskadi atribuye el incremento de llamadas al programa de Rocío Carrasco”. O este otro en el Correo: “Las consultas a las líneas del Ministerio de Igualdad crecieron entre 41% y 1.400%”. Escalofriante a la vez que esperanzador.
Para mí, lo más importante de todo lo que está generando sus declaraciones, es el espejo en el que miles de mujeres de mi país se están viendo reflejadas. Y en la sensación cada vez más grande de que estamos perdiendo el miedo. De que el miedo está cambiando de bando. Y todo, gracias al movimiento feminista. Es la gran certeza que esconde todo esto. Des del #Metoo hasta las manifestaciones masivas del 8 de marzo de 2018. Algo se mueve en el seno de la sociedad española, y cada vez más personas se descubren a si mismas como feministas. Que posicionarse en el “ni machismo, ni feminismo” ya no está de moda.
Gracias movimiento feminista, al cual pertenezco con orgullo y admiración. Gracias por hacer que, entre mis amigas, mi tribu, hayamos podido abrirnos y sincerarnos con experiencias de abuso que nunca antes habíamos tenido el valor de contar. Gracias por hacer que un buen amigo me escriba un whatsapp queriendo saber más sobre el concepto luz de gas para seguir deconstruyéndose. Gracias por hacer que escuchando relatos tan duros como el de Rocío, una inmensa mayoría, la creamos. Sin cuestionar su testimonio, sin victimizar más aún a la víctima. Como igual sí se hizo con el testimonio de Ana Orantes, hace ahora 24 años.
Gracias movimiento feminista por darnos el placer de ver sentadas en un plató de televisión a Ana Bernal, a Ana Pardo de Vera o a Marta Nebot, mujeres feministas que están centrando el debate en lo que toca, poniendo el foco en la víctima, en su relato, sin cuestionar el por qué ahora, el si se está vengando, el por qué no se defendió, el por qué no le dieron la razón los juzgados, y un seguido de argumentos paternalistas que son los que estamos acostumbrados a escuchar siempre de boca de los tertulianos.
Gracias a todas las mujeres feministas que están cambiando el mundo, y que están consiguiendo que la violencia de género deje de ser un tema tabú, un tema de la esfera privada. Es una lacra pública cada vez menos silenciada que nos afecta a todas.