¡No dejéis que muera la cultura!
ISRAEL GORDÓN – MESTRE, COMUNICADOR I SUBDIRECTOR DEL FANTBOI
Desde hace una temporada me ha dado por pasear a primerísima hora de la mañana, ese momento al que llaman “cuando aún no han puesto las calles”. De una manera extraña, es como si necesitara de repente redescubrir Sant Boi, como si necesitara por una vez, mirar hacia adentro en vez de hacia afuera.
He de reconocer que antes de la situación en la que nos hemos encontrado en el último año, me niego a nombrarla y a darle más protagonismo en mis textos, prácticamente hacía vida de ciudad dormitorio. Trabajaba aquí. Dormía aquí. Pero ni soñaba ni disfrutaba con lo que Sant Boi nos ofrece. Cada fin de semana, con ansia viva, me disponía a devorar la capital -a la que amo mucho- dejando mi propio lugar, a este Sant Boi que se ha portado siempre tan bien conmigo.
Volvamos a esos paseos. Vuelvo a esos paseos matutinos, que en un punto medio entre la meditación activa y la contemplación de quién fui, me llevaron a un millar de lugares conocidos. En un ejercicio pueril, bastante de apego infantil, me vi reconociendo lugares que ya no están.
En esta calle, en Antoni Gaudí, había aquella librería en la que compré mi primer libro. Era de Barco de Vapor y era tan especial que aún lo conservo. Recuerdo perfectamente aquel olor a libros, a pequeña tienda abarrotada de historias, a aquellos expositores de bolígrafos que tanto nos gustaban y a una máquina de fotocopias que una vez fotocopió imágenes de un comic japonés que aún no había llegado a nuestras fronteras. Luego llegó y lo revolucionó todo.
A pocos metros, a unos 50 metros, en la misma Ronda San Ramón había una tienda de música y allí, compré mi primera guitarra con lo que me había sacado haciendo unas horillas un verano en un bar muy conocido de la calle Victoria. Parece increíble. Una tienda de música y de instrumentos musicales en Sant Boi.
Muy muy cercano a la tienda de música había un quiosco. En aquel quiosco abarrotado lo mismo podías comprar un cassette musical, que el diario de cada día o incluso cómics. Miles de historias al alcance de la mano. ¡Qué maravilla! ¿Qué puede haber más democrático que un quiosco? ¿Qué puede ser más maravilloso que un lugar de 2 metros cuadrados en los que puedes leer cualquier ideología, comer algo absurdo -como las pipas o los ganchitos- o incluso hacerte con el último Mortadelo? Hacedme caso. La cultura entraba a través del quiosco. Nunca lo hizo desde el museo. El Museo vino después. ¿Y cuantos quioscos quedan en Sant Boi? Respondedme la pregunta.
Volviendo al lugar de antes, a la calle de la librería, entre la zapatería y el estanco había un videoclub. Allí mis primeros videojuegos, en alquiler, claro, y la primeras veces de enfrentarse a escoger una película para ver en casa. Nadie decidía por ti. Quizás escogías algo que te encantaba. O quizás escogías una película malísima de espectacular portada, o de repente, sin querer descubrías algo maravilloso sin necesidad de usar algoritmos que elijan por ti, o películas que, incluso mejor…. ¡Te cambiaban la manera de ver las cosas! Ya no serías jamás el mismo después de ver aquel filme.
Y es ese espíritu, el de la cultura libre, sin ideologías, sin miedo a lo políticamente correcto ni a lo intelectualmente idóneo es el que siempre he querido recuperar en mi querido Sant Boi, el que me hizo como soy. Por ello os invito al primer festival de cine fantástico de Sant Boi “FantBoi” que celebraremos del 1 al 4 de julio en los Cinemes Can Castellet. Un montón de niños de aquellos que poblábamos los quioscos, las librerías y los videoclubes hemos hecho lo posible para que sea un éxito. Quizás sea éste el germen de la vuelta de un Sant Boi que jamás tuvo que perderse. La cultura siempre estuvo presente en Sant Boi. Donde menos te lo esperabas.